Existen aromas primarios del vino, fruto de la variedad de uva empleada para hacerlo, aromas secundarios que se generan durante la fermentación, y aromas terciarios que se dan con la crianza (o bouquet – ver aquí). Todos ellos se pueden ordenar en una rueda muy práctica para aprender a percibirlos.
Las familias de aromas del vino

Los aromas se presentan en el vino en un amalgama y hay que practicar para ir distinguiendo los matices. Para ayudar a ello, a nivel de cata, los aromas se dividen en familias aromáticas, claves para el desarrollo de la rueda de los aromas del vino. De entre las familias aromáticas destacan:
- Aromas animales (relacionados con almizcle, carne o caza).
- Aromas balsámicos (relacionados con resinas vegetales como pino, enebro, incienso, eucalipto…)
- Aromas caramelizados (a miel, mantequilla, caramelo, melaza…)
- Aromas florales (flor de azahar, acacia, rosa…)
- Aromas frutales (pueden ser futas frescas y/o frutos secos)
- Aromas especiados (relacionados con especias)
- Aromas de madera (procedentes de los taninos o la madera empleada para criar los vinos).
- Aromas minerales
- Aromas químicos (picantes, petróleo, jabonoso)
- Aromas tostados (a cacao, café, tofee…)
- Aromas vegetales o herbáceos
Organización de la rueda de los aromas del vino
La rueda se clasifica en círculos concéntricos de modo que el círculo interior hace referencia a la familia en general, y los del exterior van concretando cada vez más los aromas. De igual modo que el sentido del olfato es subjetivo, las familias son orientativas, y por tanto se pueden hallar diferentes ruedas con diferentes propuestas de clasificación de aromas. He aquí dos ejemplos.

